martes, 7 de febrero de 2012

Baños y Cuenca




Salimos de Quito en dirección Sur, de vuelta a la panamericana. La carretera serpenteaba por los Andes y las nubes se entremezclaban con las montañas. Paramos unos días en Baños, pueblo bendecido con su paraje. Multitud de termas naturales, impresionantes montañas, el volcán, el río formando un profundo cañón y cascadas por todas partes formaban el paisaje. Los locos del puenting se arrojaban hacia vacío por 15$ el salto.

La familia que nos acogía era un encanto y uno así se siente como en casa. Como la madre hablaba quechua los niños nos traducían y así nos íbamos entendiendo.

Una noche explotó el volcán y las calles amanecieron ennegrecidas con las cenizas. Como es la entrada al amazonas por el río Napo y confluían no se que vientos de que sitios, espesas nubes nos tenían tragados noche y día. Y como llovía tanto y el tiempo no parecía mejorar, nos fuimos con ganas de haber dado algún paseíllo mas por los alrededores.

Continuamos hacia Perú y parecía como si llegáramos a la madre de todas las tormentas. A estas alturas las nubes te envuelven entre la vegetación como en una novela de Stephen King.

Paramos en Cuenca, la perla del sur como la llaman, por competir con su belleza con la de Quito. Iglesias de gigantescas cúpulas adornan la ciudad.  Ecuador es un lugar donde muchas congregaciones religiosas están presentes. El taxista nos dijo: "aquí es todo mas caro porque no hay miseria"

En el Museo etnográfico comprobamos que la región tiene restos humanos del 7000a.c.  El país es pequeño pero con multitud de etnias y culturas. Aborígenes de la selva, mestizos de españoles, indígenas andinos y africanos traídos como esclavos comparten un territorio muy pequeño de tamaño pero muy grande en diversidad.  La gente de la playa suele ser más abierta que la gente de la montaña y los del amazonas tienen un contacto muy fuerte con la naturaleza. En 12 días en Ecuador solo nos ha dado tiempo a la región andina.

Conocimos a Jorge un artesano local que nos invitó a su taller y nos enseñó a engarzar piedras en cobre con puntos de fundición. Pura vibra este hombre que además nos dio coral negro para el viajero y mucha fuerza para Perú,  próxima parada.












viernes, 3 de febrero de 2012

Quito a vista de pájaro



Después de 9 meses ya hemos dejado definitivamente la playa. Las menos veces nuestro moreno se dora con el sol de los andes, las más nos llueve o esta nublado. La luz suele ser fatal para las fotografías.
Primero pasamos unos días en Otavalo, un pueblo al norte donde los fines de semana se ponen el mayor mercado de artesanías de toda Suramérica. Cuanta más variedad, más compra venta. Los puestos repiten lo mismo hasta la saciedad. Las hordas de turistas compran sin saber distinguir lo que está hecho por un indígena ecuatoriano y lo que viene exportado de China  o Tailandia. Sin embargo hay cosas autóctonas que si merecen la pena como las taguas, semillas que se suelen tallar y a las que por su dureza se las llama marfil vegetal. La gente de la montaña nada tiene que ver con la de Quito. Fuera de la ciudad son indígenas y la mayoría hablan quechua. Las mujeres tienen ciertos parecidos a las de Guatemala. Siempre van con trenzas, llevan gorros adornados con plumas y collares de cuentas bañados en oro.

Después de Otavalo fuimos a Quito. Esta ciudad está metida entre montañas, a 2850 metros sobre el nivel del mar las nubes te pasan por la cabeza. Cuando llegaron los españoles, el imperio inca estaba sumergido en una guerra civil provocada por la pugna de poder entre Atahualpa y su hermano Huáscar. El primero defendía su hegemonía desde Quito, el segundo desde Cuzco. Atahualpa y su ejército vencieron a Huascar en las cercanías del río Apurimac y este le dio a elegir a Huascar, vivir perdiendo el imperio de Cuzco o morir. Huascar indignado por la derrota acepto la muerte. Pero en el año de 1533, después de pacificar el imperio, Atahualpa aceptó una reunión con Francisco Pizarro, en la cual fue capturado y días después asesinado por órdenes del español. Siete años después de la fundación de Quito, Francisco de Orellana partiendo desde esta ciudad junto a numerosos indígenas, en busca del país de la canela, descubrió el río Amazonas el 12 de febrero de 1542. Debido a este suceso histórico, se creó la célebre frase: "Es Gloria de Quito el Descubrimiento del Río Amazonas" como reza una piedra en la Plaza Grande.

La ciudad rebosa de iglesias, parroquias, basílicas plazas empedradas y enormes edificios con lujosos adornos tallados. Los altares están bañados en oro, las fachadas tienen minuciosos detalles, los claustros tienen colecciones impresionantes de arte colonial donde era muy importante la escuela quiteña.
Desde la ciudad Vieja, patrimonio cultural de la UNESCO, nos empeñamos en subir todo lo que pudimos para comprobar los límites de la urbe. Sorpresa,  la ciudad nunca termina, abarca hasta donde alcanza el ojo, más allá del horizonte.  La virgen del Panecillo, monte con forma redonda que divide a la ciudad, lo observa todo desde las alturas. La escultura representa a la Virgen María tal como se la describe en el Apocalípsis: una mujer con alas, una cadena que apresa a la serpiente que tiene bajo sus pies y que representa a la bestia del 666. Es por ello que también le llama la Virgen del Apocalípsis.

































viernes, 27 de enero de 2012

San Agustín y el Fin del mundo

El sur de Colombia tiene mala fama porque dicen que es uno de los sitios donde está la guerrilla, pero la verdad es que si dejamos de lado los fastidiosos controles de carretera, es una región de paisajes increíbles, verdes laderas de montañas, vacas pastando alegremente, cascadas altísimas, ríos caudalosos y poblaciones que conservan el encanto a pesar del tiempo.

San Agustín tiene un mercado enorme de comida donde las viejitas venden los productos que cultivan. Los alrededores son algo único en el mundo. Hay plagadas cientos de tumbas de dos mil años de antigüedad, algunas de 4 metros de hondo. La entrada a las tumbas está presidida por una estructura de piedra formada por cuatro (o más) patas talladas con figuras antropomórficas o zoomorfas y coronadas por una piedra plana. Por esta estructura reciben el nombre de mesitas. Dentro de las tumbas se encontraban vasijas con ofrendas como objetos de oro y herramientas de obsidianas. Lo más inquietante es que estas figuras, algunas de varios metros de alto, tienen facciones malignas, los colmillos salidos, unas agarran el poporo con las manos y otros parece como si estuvieran devorando a niños. Las tumbas están en 19 grupos dispersos por lo que esta zona del curso alto del río Magdalena es como un inmenso cementerio sagrado de una tribu hoy extinta.

También fuimos a ver el salto Borbones y salto Mortiño, segunda cascada más grande (400 metros) de Sudamérica, después del salto del Ángel en Venezuela, lugares de increíble belleza.

Después pasamos por Mocoa que está todavía más inexplorado. En cada grieta de montaña sale un chorro de agua cristalina. Debido a esto se forman cascadas, pozos y lugares para refrescarse escondidos en la selva. La última cascada se llama el Fin del Mundo y es uno de esos lugares que siempre recordaremos. La caída de 70 metros, en mitad de la jungla, Mocoa al frente y nosotros asomados al abismo. Se podría decir que es una experiencia mística estar ahí arriba.

Decimos adiós a la gran Colombia. Después de haberla pateado de arriba a abajo todavía nos han quedado mucho por ver. Sin lugar a dudas en un país alucinante, de enorme cultura y diferentes paisajes. Enfilamos para Perú pero de camino veremos a ver que nos depara Ecuador.