jueves, 29 de marzo de 2012

Machu pichu y el Valle Sagrado


Cuando el dios Sol  pidió al primer inca encontrar el ombligo del mundo, este fundó la ciudad de Cuzco a 3000 metros de altura. En las calles empinadas del barrio de San Blas se encajó perfecta la famosa piedra de los doce ángulos, hoy dibujaba en cada botella de la cerveza cusqueña. Esta ciudad se convirtió en la capital del imperio inca, después la conquistaron las españoles poniendo iglesias donde había templos, y hoy la tiene explotada el turismo. En el mercado compramos plumas de guacamayo con las que hicimos pendientes para cambiar por un jersey de alpaca, más caliente que la lana.

Fuimos al templo de la luna para ver el altar de la fertilidad. Allí conocimos a Alex, un estudiante de guía que respondió a todas nuestras dudas sobre el Valle Sagrado.

A una hora de Cuzco está Pisac. Para colarnos en las ruinas Bea tuvo que disfrazarse con sombrero y chal local, mientras que yo solo tuve que agacharme en el taxi para pasar el control. En dos horas caminando cuesta abajo hasta el pueblo, iban apareciendo diferentes construcciones a orillas de acantilados, túneles dentro de las montañas y fuentes perfectamente canalizadas hasta cultivos enormes de terraza. Llegamos a la plaza de armas donde hay siempre un gigantesco mercado de artesanía y los domingos de comida. Vendían plumas de águila e incluso de cóndor. Donde Crisólogo volví a montar, por primera vez caballos de paso peruano, por las estrechas y empedradas calles de Pisac.

Camino a Oyantaytambo conocimos a la gente de una ONG peruana que cuida a niños en la zona con discapacidad. Nos contaron que en Perú es una vergüenza que te nazca un hijo así, sin embargo las mujeres toman chicha durante el embarazo. Pasamos la noche con ellas y les dejamos las mochilas.

A las 5 y media de la mañana Nos levantamos para andar por la vía del tren desde el km 82 hasta el 110, en total 28 kms hasta el pueblo de Aguas Calientes. El tren nos parecía caro. El paisaje y las ruinas que íbamos encontrando compensaron las ampollas. Los tres últimos kilómetros llovía sin parar. Esa noche dormimos como angelitos derrotados.

Volvió a sonar el despertador a las 5. Ya que habíamos llegado hasta allí andando, el último tramo no lo íbamos a hacer en bus turístico. Después del puente subía un sendero de escaleras interminables que hicieron salir vapor del cuerpo de Bea. Una vez arriba el lugar es espectacular. Mucho se habla de Machupichu pero hay que estar para comprender y sentir. No hay crónicas de esta ciudad entre los conquistadores y se dice que pudo ser la última ciudad inka. También se dice que era un sitio de retiro para la nobleza. De cualquier manera parece increíble haber construido una ciudad en ese lugar, rodeado de cimas picudas. Las nubes te sobrevuelan y por momentos te ves inmerso en la niebla. No he conocido un lugar en el mundo donde la gente haga tantas fotos. Aunque estuvo nublado todo el tiempo lo aprovechamos hasta que nos echaron.






































jueves, 22 de marzo de 2012

Lima y los paros mineros

 
Lima es una ciudad gigantesca y frenética donde no hay un minuto que pases sin escuchar el pitido de un carro o un taxi. Primero llegamos al barrio de Barranco, una zona de la ciudad bien bonita con galerías de arte y casas pintadas de colores. Aquí se encuentra el puente de los suspiros donde dicen que se han enamorado miles de limeños y ha servido de inspiración para tantos otros poetas. El mejor momento es el atardecer cuando la gente se reúne en los parques para ver el sol ponerse sobre el mar.
Pocos días después, nos fuimos al centro de la cuidad. Bautizamos al autobús (Metropolitano) como MetropoliSauna. Caímos, una vez más en el hostal de los artesanos que estaba justo arriba del mercado de Santo Domingo, sólo de artesanía, un paraíso para nosotros. Llenamos las mochilas de piedras, hilos, alambre, plumas de guacamayo, dientes de caimán y de lobo marino. Esperamos que esta vez no nos roben.

La mañana de mi cumpleaños aparecieron Sergi y Ana con un pannetone gigante con velas encendidas. Despertaron a todo el hotel con la canción de cumpleaños, pero fue un dulce despertar. Uno no es de piedra y se emocionan cuando le hacen estas cosas. Nos habíamos despedido hacía dos semanas en Chachapoyas y ahora nos volvíamos a reencontrar. Qué ilusión que te pase esto en el viaje. Volvimos a reírnos a carcajadas. Qué parejita esta, les deseamos lo mejor en lo que les queda de viaje y seguro que nos reencontramos en la madre patria. Con ellos fuimos al parque de amor en el barrio de Miraflores donde hay escritas en mosaicos frases de este género. Es como el parque de Gaudí en Barcelona pero bastante más pequeño y cursi.
Llegó el día del concierto de Manu Chao. El festival era grande, se esperaban más de 25000 personas nos dijeron. Pronto se acabó la cerveza de las barras, era la primera edición y todavía faltaban algunos ajustes. Toto La Momposina, colombiana, la partió. Descubrimos al grupo peruano Bareto y Manu Chao, incansable, tocó por tres horas en las que no paramos de bailar ante las miradas de los pijos de Lima que ni se despeinaron.
Salimos de Lima de noche. Cancelaron nuestro autobús por la huelga minera y al que nos pasaron no le funcionaban las luces. Ya de madrugada llegamos al meollo de la cuestión. Hasta aquí, todo parecía habernos atraído irremediablemente a este embotellamiento gigantesco como un agujero negro. Kilómetros y kilómetros de la panamericana estaban cortados por los mineros y sus barreras de neumáticos ardiendo. Las luchas principales estaban a la altura de Nazca, paso obligado para ir a Arequipa (nuestro supuesto destino). Los autobuses y los camiones estaban varados en la calzada, las estaciones de servicio atascadas y los restaurantes colindantes subían sus precios de forma descarada.
Las piedras volaban de un lugar a otro. Le dieron a una mujer en el pie y se le puso como una sandia. Los policía se hacían los suecos, era como si la cosa no fuera con ellos. Entre los camiones atascados, llegaron caminando cientos de antidisturbios…
De repente las noticias llegaban de todos los lados. En una parada nos dijeron que ya había tres muertos, todos mineros. Una señora nos confirmó que el pillaje había comenzado mientras nos contaba el desvalijamiento de un carro. Un hombre que escuchaba la radio retransmitió los altercados como si de un partido de fútbol se tratase. Había cristales en el suelo y lunas rotas por todas partes.
Los choferes instaban a los varones viajeros a defender con uñas y dientes el transporte. Los propios viajeros se organizaron, hartos ya de más de doce horas de espera, empuñaron las piedras contra los mineros y escoltaron el autobús.
A partir de ahí teníamos que tomar una decisión; camino a Arequipa había dos paros mas. Los últimos habían durado cuatro días. Por suerte salía una carretera hacia Cusco que estaba libre de mineros. Perdimos la mitad del billete para cambiar de autobús y de destino pero desde hoy ya estamos en la pura tierra de los incas.